Cada año, miles de peregrinos viajan por la sierra de Cusco para celebrar Qoyllur Riti, el Festival de la Estrella de Nieve. Conoce con redBus todo sobre esta centenaria tradición de los Andes peruanos.
A más de 4000 m.s.n.m., el glaciar Qulqipunku se cierne sobre el valle de Sinakara, en Cusco. La torre helada y la montaña en la que descansa son el centro de un evento anual sagrado, el Qoyllur Riti. Esta festividad congrega a miles de peregrinos que se reúnen para celebrar al Señor de la Nieve Brillante.
Qoyllur Rit’i es una palabra quechua que significa “estrella de nieve” o “nieve brillante”. Durante el festival de tres días, bailarines con faldas multicolores junto con músicos con tambores y flautas actúan en una celebración que combina creencias católicas e indígenas.
La peregrinación y el festival asociado se inscribieron en el 2011 en las listas del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco. Esta ceremonia implica excursiones a la montaña y algunas noches de campamento bajo las estrellas. Las procesiones masivas y los bailes folclóricos nocturnos crean un ambiente muy auténtico y maravilloso que fascina a todos los que lo visitan. Es uno de los eventos más emocionantes que uno puede experimentar en Cusco.
Los pobladores locales de los Andes conocen el festival de Qoyllur Riti como una celebración de las estrellas. En particular, celebran la reaparición de la constelación de las Pléyades, conocida en quechua como Qullqa, y asociada con el comienzo de la cosecha y el Año Nuevo. Para sus ancestros, los incas, las Pléyades fueron fuente de vida. Desaparecen de la vista en abril y vuelven a aparecer en junio.
Por su parte, el Año Nuevo está marcado por los pueblos andinos del hemisferio sur en el solsticio de invierno en junio, y también es un festival católico. Los pobladores andinos han celebrado esta festividad durante cientos, sino miles de años.
Todos los años, a finales de mayo o principios de junio, el valle de Sinakara se llena de viajeros que realizan un largo peregrinaje al nevado Qulqipunku, cargando tiendas de campaña y comida. Recientemente, a los peregrinos locales se les han sumado turistas extranjeros que desean presenciar el espectáculo. Todos deben luchar contra las temperaturas frígidas y la altura asfixiante para poder llegar al santuario.
Qoyllur Riti atrae a una gran cantidad de personas de los pueblos cercanos, divididos en dos sectores: Paucartambo agrupa a los habitantes quechuas de los sectores agrícolas al noroeste de Sinakara y Quispicanchi incluye a los aymaras de las comunidades pastorales al sureste. Cada año, estos pequeños pueblos envían una delegación de coloridos bailarines a la capilla de Qoyllur Riti, en el distrito de Mawayani, en Quispicanchi. Vestidos con brillantes ropajes de fibra de alpaca, forman una procesión dividida en cuatro grupos con diferentes estilos musicales.
Los cristianos cuidan las cruces y llevan las estatuas del Señor de Qoyllur Riti y la Virgen hacia arriba y abajo de los picos nevados. Los devotos cortan bloques de hielo del glaciar y traen grandes cantidades de hielo desde la cima para compartirlos con la comunidad. Los pobladores creen que el agua derretida tiene poderes curativos. Por otro lado, los peregrinos con creencias paganas esperan hasta la mañana. El sol ilumina los Andes con las primeras luces, de modo que se arrodillan para saludar al amanecer.
La imagen del Señor de Qoyllur Riti aparece graficada en la roca de la montaña Qulqipunku, y es venerada como una divinidad cristiano-andina. Según la leyenda católica, es la representación de una imagen de Cristo, pintada por los lugareños en el lugar exacto de la muerte de un niño, y la gente acude allí cada año para honrar su memoria y dedicarle ofrendas al santuario construido a su alrededor.
El mito detrás de la festividad afirma que un niño indígena llamado Mariano Mayta, que arreaba llamas, se encontró con un niño blanco, llamado Manuel, del cual se hizo amigo. En el transcurso de su amistad, la manada de llamas experimentó un crecimiento milagroso y el niño blanco finalmente se convirtió en una luz brillante que hizo visible la imagen de un Cristo crucificado sobre un árbol. Cuando Mariano murió, fue enterrado frente a una gran roca en la que se pintó la imagen de Cristo.
A pesar de los temas católicos del santuario, este también refleja muchas de las mitologías andinas, incluida la estrecha asociación con rocas y montañas que representan personajes legendarios. Además de adorar a la figura de Cristo, los andinos veneran a los apus, o dioses de la montaña, y a la Pachamama, la Madre Tierra. No hay tensión en las aparentes contradicciones entre adorar a Cristo y al medioambiente. Sacerdotes jesuitas contribuyen al mantenimiento del santuario.
Los miembros de pequeñas ciudades y pueblos de los Andes peruanos viajan de cerca y de lejos en grupos llamados “naciones”, trayendo consigo su propio ícono en miniatura de Cristo o María para colocar al lado del santuario. Muchos de ellos llevan instrumentos musicales o visten trajes coloridos. Realizan bailes coreografiados y cantan sus propias canciones durante el transcurso de la celebración.
El aspecto más notable del festival es la danza. Los peregrinos de Qoyllur Riti traen consigo grandes grupos de bailarines y músicos divididos en cuatro estilos principales: ch’unchu, qulla, ukuku y machula.
Cada una de estas naciones tiene su propia rutina de vestuario ritual y baile. Los ch’unchu, que representan a los habitantes indígenas de la selva amazónica, usan tocados coronados de plumas y un bastón de madera. Los qullas representan a los pobladores aymaras del Altiplano, y se colocan máscaras con grandes narices y amplias sonrisas, una honda tejida y piel de llama; mientras que los machula usan trajes de cóndor de cuerpo completo.
Por último, los famosos ukukus son los que más resaltan entre los bailarines. Se visten con un abrigo oscuro y una máscara de lana. También llevan látigos, con la intención de simbolizar criaturas mitad hombre, mitad oso. Representan el papel de embaucadores; hablan en voces agudas, juegan bromas y mantienen el orden entre los peregrinos. En la mitología quechua, los ukukus son descendientes de una mujer y un oso, temidos por todos por su fuerza sobrenatural.
La noche antes de que comience el festival, los ukukus conducen una procesión por el glaciar a la luz de la luna. Con los sonidos de su propia música, los bailarines se mueven siguiendo las rutinas que conocen desde la infancia. Se quedan en las montañas por la noche para orar y adorar.
El descenso en la mañana supone una cascada de y colores brillantes. El ruido y los cuerpos están desorganizados, todos siguiendo el camino de sus propias naciones. Pero en lugar de transformarse en un barullo caótico, los bailarines, músicos y peregrinos dan paso a una armoniosa celebración digna de observar.
Este año 2018, el festival religioso de Qoyllur Riti se realizará del domingo 27 de mayo al miércoles 30. El día central será el martes 29 de mayo. La celebración se desarrolla en las faldas del nevado Qulqipunku, en el valle Sinakara, en la localidad de Mawayani.
Para llegar, debes viajar al departamento del Cusco. De Lima a Cusco, el viaje en bus dura 21 horas aproximadamente y el costo del pasaje varía desde los 90 soles. Conviene que en Cusco entres en contacto con alguna agencia o grupo que esté realizando el viaje, de modo que te ayude y acompañe durante la travesía. Una vez en Cusco, debes dirigirte a la localidad de Mawayani, en la provincia de Quispicanchi. La distancia es de 127 km y la duración aproximada del viaje es de 2 horas por la Carretera 3S y la Interoceánica Sur/Carretera 30C.
También hallarás el mercado de Alacitas, un lugar donde los fieles pueden adquirir encantadoras artesanías en miniatura. A la venta encontrarás montones de minúsculas casas, pequeños coches y cuadros con dibujos de matrimonios y niños. Estas son representaciones de los deseos de los peregrinos. Los fieles adquieren estas artesanías y las depositan como ofrendas en el santuario de Qoyllur Riti. Algunos optan por entierrarlas en la montaña, rezando y esperando que sus deseos se vuelvan realidad.
El viaje al santuario puede ser arduo. Para aquellos que no se criaron en los Andes, la caminata por la montaña a gran altura puede sentirse insuperable. Sin embargo, la gente vuelve año tras año para participar del festival. Cada peregrino, indígena o extranjero, llega por diferentes razones. Muchos se sienten atraídos por lo que representa la peregrinación: un espectáculo maravilloso de la tradición de nuestros ancestros.
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